Querido amigo:
Llegaste a este mundo derrotado de antemano, tanto es así que recién salido del vientre materno fuiste incapaz de hablar, sostenerte en pie y mucho menos de comprender. Comprender que la vida que empezabas no es más que una larga enredadera de momentos, sentimientos e impresiones.
Al principio todo te fue fácil. Todo era nuevo y había que ir descubriéndolo y, poco a poco, con la ayuda de la evolución natural y otro tanto de la gentileza de tus padres fuiste haciéndote hueco en esta jauría que llamamos sociedad.
Sociedad que entonces se pintaba ajena para ti, apareciendo como algo perteneciente a un grupo más elevado, a esos los denominados adultos.
Era tiempo pues de explorar, experimentar, aprender y proveerte de todas las armas necesarias para librar tu particular batalla de la vida, esa que hoy pareces negarte a ganar.
Una mañana despertaste, con recelo apagaste el maldito despertador y miraste de nuevo a la cama. En ese preciso momento, como si de una película se tratase, la cabeza se te inundó de «flashes» que analizaban los pros y los contras de volverte a acostar o de empezar un nuevo día.
Sí, es más fácil no pensar e ir directo a refugiarse en las cálidas sábanas y esconderse así de todo lo que hay afuera, pero eso que está afuera es tu vida.
De nada sirve ocultarse y dejar que ésta pase por delante de tu puerta, hay que coger ese tren…
¡Que fácil es decirlo!…Ya lo sé…
Llevabas casi un cuarto de siglo en este planeta y ya estabas cansado. Cansado de no encontrarle sentido a tu forma de ser, cansado de haber perdido tus sueños y esperanzas, de haber dejado pasar tantos “trenes” que ya no sabías cuál coger.
Tu vida se llenó de monstruos.
Monstruos que ya no se escondían en tu armario o debajo de tu cama para asustarte mientras dormías, estaban dentro de ti, tú y todos nosotros los hemos creado.
Monstruos que sólo unos pocos somos capaces de ver o, mejor dicho, sólo unos pocos somos incapaces de esquivar. Otros, sin embargo, viven entre algodones asimilando alegrías y desilusiones con una moral que ya te hubiera gustado tener a ti.
¿Qué te pasó?
¿Dónde está aquel niño de sonrisa eterna que conocí?
Frases que se repiten ante mi espejo cada mañana.
Frases que no deberían seguir ahí.
Frases que quizás debiera teñir de hipocresía y mentira.
Frases, sólo frases, pero afiladas como puñales.
Puñales que día tras día se clavan en la espalda y te llevan a perder el control, la razón…
Hoy te siento tan lejos…
Intento recordarte pero no puedo, o tal vez no quiera…
No sé si resignarme a olvidarte y seguir hacia adelante o luchar por recuperarte, por traerte de regreso.
Tanto tiempo juntos, intentando sobrevivir, luchando por vivir y ahora, por culpa del azar y el desamor te alejas y me dejas de nuevo derrotado ante la vida.
Una vida que no es la mía sino la tuya.
¿Por qué no vuelves a buscarla?
¿Por qué dejas en mis manos tanto tiempo y sacrificio?
Yo no sé qué hacer con todo esto, quizás me viene demasiado grande.
Sólo soy una sombra de lo que tú fuiste.
Sólo me queda pues esperar tu regreso, miro por esta ventana por la que tanto me gustaba observarte y en la que ya no estás.
Esta ventana que es también tu ventana.
Este espejo que ya no muestra tu reflejo.
aquí te espero.
Siempre tuyo: Jorge
P.D.: ¿Te llevaste los pantalones azules? Es que no los encuentro…